La resurrección reafirma la fe y hace testigos. Como siempre, hay un contraste en cómo vivir la vida en este mundo. En la primera lectura, menciona que podemos vivir en ignorancia con muchas traiciones. Traicionar al Autor de la Vida y negarlo ante los demás al no reconocerlo ante los demás. Traicionándolo también en los hermanos y hermanas al no defender a los inocentes y permitirles ser perseguidos incluso cuando otros quieren intervenir para ayudarlos. Y por último traicionarlo al seguir viviendo en pecado y no seguir sus mandamientos. Decir una cosa y hacer otra nos convierte también en mentirosos. Estas son formas de traición. El punto de inflexión de una persona humana es cuando se acepta la resurrección. Hay muchas pruebas de la resurrección que los escritores de los evangelios exponen basándose en la experiencia de los apóstoles. Jesús resucitó de entre los muertos para resucitar junto con Él mediante el bautismo. Jesús no era un fantasma. Se dejó tocar para demostrar que tenía carne y huesos. Comió aunque no tenía necesidad de ello ya que Su cuerpo fue gloriosamente transformado. Lo hizo porque quería mostrar la fisicalidad de Su resurrección. Una vez que aceptamos Su resurrección entonces la fe requiere que aceptemos nuestra propia Resurrección; y una vez que aceptamos nuestra propia resurrección, sabemos que tenemos que vivir una vida mejor porque nuestras acciones mientras estamos en este mundo tienen consecuencias para la vida eterna en un estado resucitado. Hay señales cuando la resurrección se ha apoderado de una vida humana. La primera es convertirse en testigo. Esta palabra es muy importante y es mencionado dos veces en las lecturas. Estamos llamados a vivir testigos del Cristo resucitado por la manera en que vivimos nuestras vidas, pero también por la difusión de la Buena Nueva de boca en boca. Una vez que la duda de la resurrección es disipado, entonces comienza a aparecer otra señal y es la alegría. El gozo de conocer esta realidad terrenal no es el fin de toda realidad, pero ahora la realidad celestial es la realidad final que espera a aquellos que cambian sus vidas y se arrepienten. Viviremos por siempre en un glorioso.Cuerpo transformado, no lo olvidemos. Deberíamos saltar de alegría. Sí, viviendo por los siglos de los siglos en la presencia de Dios. Entonces, cuando hay personas abatidas y desilusionadas que simplemente están realizando los movimientos de la vida cotidiana (ya que son carentes de gozo y fe en la resurrección) a quienes dan testimonio es necesario para su arrepentimiento y conversión. Por último juntando estos dos signos la plenitud de una persona que vive con el resurrección es ser testimonio gozoso. Sí, a veces habrá preguntas. Sí, a veces habrá incredulidad pero al final esta Buena Noticia triunfara e impulsará a anunciar a los demás con alegría: "¡Ha resucitado! Y hace toda la diferencia". Como estamos en el tiempo de Pascua, que tengamos fe en el resurrección de Cristo para no vivir más en la ignorancia y el pecado, sino ser sus testigos gozosos de su resurrección comenzando desde nuestro vecindario y luego por todas las naciones.