Una marca distintiva de un cristiano es la hospitalidad. Esto lo muestran de manera excelente Abraham en el Antiguo Testamento y Marta en el Nuevo Testamento. Abraham acompañó y atendió a los visitantes angélicos, y se le dio una bendición al final, que dentro de un año darían la bienvenida al hijo de la promesa. Abraham estaba actuando de acuerdo con lo que era la costumbre en su cultura. Era obligatorio ser hospitalario bajo amenaza de muerte. Si una persona era dejada desatendida y a su suerte, si algo le sucedía, la culpa recaía en la persona que se negaba a la hospitalidad. Era necesario dar hospitalidad cuando se la pedía. Pero Abraham fue más allá de ofrecer hospitalidad porque era obligatorio, su afán por acomodar se demostró cómo organizó rápidamente la comida. Hay una sensación de emoción en el movimiento de Abraham, un anciano en ese momento. Organizó toda su casa para servir a los que estaban de visita e incluso su esposa fue parte del proceso de proporcionar una comida abundante a los visitantes debajo del árbol. En el Nuevo Testamento, Marta muestra la misma disposición a ofrecer hospitalidad a Jesús y, más que probable a sus discípulos. Fue una maestra planificadora y organizadora. La hospitalidad está a la par con la de Abraham. De la misma manera, ella se mueve con entusiasmo para hacer las cosas y sí, un poco ansiosa por presentarle a Jesús un producto terminado. Parece que es regañada por Jesús pidiéndole que se relaje por un segundo. Pero tenía que hacer el trabajo de la hospitalidad. De ninguna manera Jesús rechaza el acto de hospitalidad. Pero tal vez estaba ofreciendo un descanso. Siempre será recordada como la ansiosa, la abeja obrera que no podía relajarse como María. Muchos homilistas quieren rescatar a Marta de una luz negativa y con razón, porque en la vida de la iglesia hay más necesidad de hospitalidad. ¡Personas gruñonas paradas cerca de la entrada no son hospitalidad! Tiene que haber un alcance y mantener las cosas en movimiento. Es cierto que María, a su manera, también era hospitalaria porque un invitado (en este caso Jesús) necesita ser atendido con una buena conversación, pero la gente no come de buenas palabras, aunque sean palabras muy elaboradas. Sin Marta, Jesús se habría quedado sin comer durante el día, pero puede haber tenido una buena conversación con María. Tanto Abraham como Marta practicaron la hospitalidad de manera excelente. Implementemos la hospitalidad en la forma en que saludamos y nos encontramos con las personas, ya sea en casa o en la iglesia. Que haya un sentido de urgencia y emoción y trabaje arduamente para satisfacer las necesidades de aquellos que están visitando. Sé hospitalario con los que vienen de lejos y de cerca, porque la salvación puede depender verdaderamente de ello.