Los verdaderos discípulos se preparan y no se alarman por la Segunda Venida del Señor, están listos para ella. El año litúrgico está a punto de terminar para el ciclo B. Como de costumbre, las últimas semanas del Tiempo Ordinario miran hacia la Segunda Venida. Esta es quizás la mejor manera de nombrar lo que sucederá cuando el Señor venga en gloria para juzgar a los vivos y a los muertos y Su reino no tendrá fin, la Segunda Venida. Esto es parte del Credo. Esto es lo que los discípulos deben esperar que suceda, porque todo será consumado de una manera gloriosa. Es Su Segunda Venida y no el fin del mundo. La ciencia ficción hollywoodiense quiere poner este tiempo como catastrófico donde todo será destruido. La fe afirma que este es el tiempo en el que todo será completamente restaurado. Pero como Hollywood quiere vender películas y asustar a la gente en el camino, muchos tienen la noción de que cuando Jesús venga todo será un desastre. Otros tienen la noción de que serán arrebatados al cielo en una especie de desaparición instantánea (¡un espectáculo de magia!), mientras que otros serán dejados atrás. Otros han tratado de predecir cuándo ocurrirá este evento (totalmente desviados). Había un famoso supuesto pastor de otra denominación que había dado un tiempo específico para el fin del mundo y el tiempo llegó y se fue esa fecha y no pasó nada. Es un ejercicio inútil predecir cuándo sucederá Su Venida. Incluso San Marcos en el Evangelio de hoy afirma que solo el Padre (en el cielo) sabe cuándo sucederá. Sin embargo, Dios ha dado suficiente tiempo para que las personas nazcan, para que se arrepientan y se adhieran al plan de salvación. Es cierto que en la oración del Padre Nuestro anhelamos la venida del reino, pero tal vez podamos pedir a Dios un poco más de tiempo para "ponernos las pilas". De todos modos, es importante no temer cuando el Señor venga, sino mirar hacia adelante con gozosa expectación, y sí, evitar hacer predicciones al respecto. Un verdadero discípulo no se preocupa por cuándo vendrá el Señor, sino que lo espera con un corazón abierto en cualquier momento y en cualquier lugar. Un verdadero discípulo no necesita saber el día ni la hora, sino estar preparado. Un verdadero discípulo vivirá la vida siguiendo las lecciones dadas por el Señor, viviendo una vida buena, decente y moral. Un verdadero discípulo leerá las señales de los tiempos y planeará en consecuencia para alcanzar la salvación. Un verdadero discípulo escuchará las palabras de Cristo sabiendo que el cielo y la tierra pueden pasar, pero Su palabra nunca pasará. El verdadero discípulo encontrará consuelo en las palabras de Jesús, una promesa para la resurrección. Hay un dicho que se puede traducir bien en muchos idiomas: "El que nada debe, nada teme". Si un discípulo ha vivido bien la vida, entonces no hay nada que temer. De hecho, el discípulo que ha vivido bien la vida está listo para entrar en el reino de Dios en cualquier momento y lo espera con ansias.